miércoles, 18 de febrero de 2015

Hotel Insomnia | Charles Simic




HOTEL INSOMNIO

Me gustaba mi cueva
con su ventana mirando a una pared de ladrillos.
Al lado había un piano
y algunas noches al mes
venía un viejo cojo a tocar
“Mi cielo azul”.

Pero casi siempre había silencio.
Cada cuarto con su araña en un abrigo grueso
cazando a su mosca con una red
de humo de cigarrillo y abstracción.
Tan oscuro
que no podía verme la cara en el espejo para afeitarme.

A las 5.00, arriba, un ruido de pies descalzos.
La “gitana” adivinadora
del local de la esquina
se levantaba a orinar después de una noche de amor.
Una vez, también, el llanto de un bebé.
Tan cerca que por un momento
creí que el que lloraba era yo.



MOTEL PARAÍSO

Habían muerto millones, inocentes todos.
Yo me quedé en mi cuarto. El presidente
hablaba de la guerra como de una poción de amor.
Los ojos se me abrían del asombro.
Mi cara en el espejo me parecía
una estampilla con dos sellos.

Vivía bien, pero la vida era horrible.
Había tantos soldados ese día,
tantos refugiados que llenaban las calles.
Naturalmente, al tocarlos con la mano
desaparecían todos.
La historia se lamía las comisuras de su boca ensangrentada.

En el canal de pago, un hombre y una mujer
intercambiaban besos voraces y se arrancaban
la ropa entre ellos mientras yo los miraba
sin volumen y con la habitación a oscuras
excepto por la pantalla donde el color
tenía demasiado rojo, demasiado rosa.



HOTEL CIELO ESTRELLADO

Millones de cuartos vacíos con televisores encendidos.
Yo todavía no estaba ahí pero igual vi todo.
En pantalla el Titanic como una tarta de cumpleaños hundiéndose.
Poseidón, el encargado nocturno, apagó las velas.

¿Cuánto le damos de propina al botones ciego?
A las tres de la mañana, la expendedora de chicles en el lobby vacío
con el espejo recién rajado
es la nueva Madonna con el Niño.


(de “Hotel Insomnia”, Harcourt, New York, 1992.)
Versiones en castellano de Sandra Toro.



HOTEL INSOMNIA

I liked my little hole,
Its window facing a brick wall.
Next door there was a piano.
A few evenings a month
a crippled old man came to play
"My Blue Heaven."

Mostly, though, it was quiet.
Each room with its spider in heavy overcoat
Catching his fly with a web
Of cigarette smoke and revery.
So dark,
I could not see my face in the shaving mirror.

At 5 A.M. the sound of bare feet upstairs.
The "Gypsy" fortuneteller,
Whose storefront is on the corner,
Going to pee after a night of love.
Once, too, the sound of a child sobbing.
So near it was, I thought
For a moment, I was sobbing myself.


PARADISE MOTEL

Millions were dead; everybody was innocent.
I stayed in my room. The President
Spoke of war as of a magic love potion.
My eyes were opened in astonishment.
In a mirror my face appeared to me
Like a twice-canceled postage stamp.

I lived well, but life was awful.
there were so many soldiers that day,
So many refugees crowding the roads.
Naturally, they all vanished
With a touch of the hand.
History licked the corners of its bloody mouth.

On the pay channel, a man and a woman
Were trading hungry kisses and tearing off
Each other's clothes while I looked on
With the sound off and the room dark
Except for the screen where the color
Had too much red in it, too much pink.


HOTEL STARRY SKY

Millions of empty rooms with TV sets turned on.
I wasn’t there yet I saw everything.
Titanic on the screen like a birthday cake sinking.
Poseidon, the night clerk, blew out the candles.

How much should we tip the blind bellhop?
At three in the morning the gum machine in the empty lobby
With its freshly cracked mirror
Is the new Madonna with her infant child.


[el placard]



"Todas las artes tienen que ver con el callejón sin salida en el que nos encontramos. Es su atracción fatal. «Las palabras me fallan», suelen decir los poetas. Todo poema es un acto de desesperación o, si lo prefieren, una tirada de dados. Dios es el público ideal, sobre todo si no puedes dormir o si te encuentras en un agujero en el Amazonas. Si falta, peor todavía.
El poeta se sienta ante el papel en blanco con la necesidad de decir muchas cosas en el espacio limitado del poema. El mundo es enorme, el poeta está solo y el poema no es más que un fragmento de lengua, una pluma que rasga el silencio de la noche.
Puede darse el caso de que el poeta quiera hablarte de su vida. Un puñado de imágenes resultantes de un fugaz momento de felicidad o lucidez extremas. El anhelo secreto de la poesía es detener el tiempo. El poeta desea rescatar un rostro, un estado de ánimo, una nube en el cielo, un árbol en el viento y tomar una especie de fotografía mental de ese momento en que el lector se reconoce a sí mismo. Los poemas son instantáneas de otras personas en las que nos reconocemos a nosotros mismos.
Por otra parte, el poeta se ve empujado a decir la verdad. «¿Cómo debe expresarse la verdad?», se pregunta Gwendolyn Brooks. La verdad importa. Acertar importa. El consejo del realista es: abre los ojos y mira. Los defensores de la imaginación aconsejan: cierra los ojos para ver mejor. Hay una verdad que se percibe con los ojos abiertos y otra a la que se accede con los ojos cerrados, y a veces estas dos verdades no se reconocen cuando se cruzan por la calle.
Uno querría decir algo sobre los tiempos en los que vive. Toda época tiene sus injusticias y sus sufrimientos desmedidos, y la nuestra no es ni mucho menos una excepción. Hay que enfrentarse a la historia de la maldad humana, y todos los días encontramos nuevos ejemplos sobre los que reflexionar. Se puede pensar en ello todo lo que se quiera, pero comprenderlo ya es otra historia. Vivimos en una época en que hay cientos de formas de explicar el mundo. Se puede creer en cualquier cosa, en todas las religiones y en todas las variedades de cientificismo. Quizá la tarea de la poesía sea rescatar los vestigios de autenticidad que todavía se pueden encontrar en las ruinas de los sistemas religiosos, filosóficos y políticos.
Además, uno querría escribir un poema tan bien acabado que hiciera honor a la tradición representada por Emily Dickinson, Ezra Pound y Wallace Stevens, por nombrar tan sólo a algunos maestros.
Por otra parte, uno espera superar esa tradición, revolucionarla y ponerla del revés, y encontrar un espacio vital propio.
Uno querría también entretener al lector con ayuda de deslumbrantes metáforas, arrebatos de imaginación y declaraciones desgarradoras.
La mayor parte del tiempo uno no tiene ni idea de lo que hace. Las palabras hacen el amor en la página como moscas en el calor del verano, y el poema le debe tanto a la casualidad como a la intención. Probablemente incluso más.
Esto no es más que una pequeña comanda de un enorme menú que sólo podría servir una de esas divinidades hindúes con muchos brazos.
Un gran defecto de la poesía, o uno de sus mayores atractivos –depende de cómo se mire– es que pretende abarcarlo todo. A la fría luz de la razón, escribir poesía es imposible."

Charles Simic.
Extracto de su libro de memorias 'Una Mosca En La Sopa'.