Some of Jim Carroll's poems
Jim Carroll, San Francisco, 1979. Foto: Michael Zagaris
SIN TÍTULO
Somos una parte importante del aburrimiento
de principios de primavera planificando las compras
de montar por la Quinta Avenida en un autobús aterrado por Pascua.
pero aquí estamos de todos modos, sobreviviendo como una calle húmeda en Agosto
y vigilando a los otros mientras lo "hacemos", así
tú haces el Oeste por la Calle 8 y compras algo místico que ponerte
y yo simplemente meto las manos en mis bolsillos de pana
y silbo hasta Carter's a por el cartel que me prometió.
Me gusta la idea de dejarte por un rato
sabiendo que voy a verte de nuevo mientras los libros aburridos
W. H. Auden, y los horarios de las películas sostienen mi aislamiento
y al mismo tiempo mi mente se sustenta en la tuya así como a mi cuerpo
le gustaría apoyarse en tí en alguna estatua del Central Park
en la jaula del león en el Zoo del Bronx en una cama en Forest Hills en un
autobús.
Llego a la Tercera Avenida, su tráfico azul, ya sabía que más tarde
o temprano y ahí estás tú en el viento de la Plaza Astor leyendo
un libro y respirando en el aire cada pocos segundos
eres tan
consistente.
¿no es este día así como de confeti? trozos de carne cálida cosquilleando
mi cara en Saint Mark's Place y mi corazón latía como un negro
joven
mientras que la profundidad se aproxima por todas partes en el cielo y en tu
tacto.
SIN ALAS
vida salvaje extinta entubada
arde al contacto
alas quejumbrosas deslizándose por las ventanas
como lágrimas de metacrilato... mire aquí:
arañas serpenteando en el techo del ático
como pelos púbicos
genitales de roedores chirrían en el cielo catedralicio
la pura lógica del motor de las masacres
el corazón corporativo
sangre de escualos irrumpiendo en la marea
en destellos como ofrenda de flores en manos púberes
dunas de pasto colgando de los ventiladores subterráneos
sangre refrigerada brotando como rosarios de
conductos frente al ojo cosmopolita
estampida de bisontes en trineos a motor
abortos de terneros carne fetal
en parrillas suburbiales
el hombre pinta cielos pantanosos de plomo,
sin alas... la cabeza entre las piernas
caniches acicalados soñando en el desván
anfiteatros en los abrigos de piel curtida de la madre
LOS ANARQUISTAS
Han venido para adorar el dictado,
llegando espontáneamente en parejas
sobre vagones rojos y negros, un sol inclinado hacia Francia,
la radio... un buitre ha escalado el lago.
la pendiente vigente hacia una mina de azufre...
acontecimientos separados, pero ya recurrentes.
fue una chica...
concebida para instigar la conquista. los animales
reptando para lamer sus dedos de porcelana
ella dudaba en acantilados de coníferas gruesas... su vanidad
ondeando como las banderas azuladas de los Estadios...
las gaviotas... café... ella decidió días antes
engatusar a los bronceados rostros proletarios
una vez hubieran perfeccionado el manifiesto, completarían
el plan de ataque añadiendo piernas... aunque breves
y con deformaciones evidentes en los tobillos
los árboles derribados sobre la torpeza muda
de la noche... apertura tropical de estrellas...
el tucán... desayuno. ella ha dado a luz un niño
anoche sobre los escalones del umbral. él escapó
sometido a la tensión de la predicción.
la gente se alarmó. sin maná,
observaron un carnaval de destellos sobre las colinas
una energía... pero nutriente escaso...
la gitana... ese era su esquema aparente
para eliminar los factores benevolentes,
estimular sin auxilio, mientras tanto
acumulando brazos para la flota... inocencia.
ella finalmente habló.
el día era obviamente un adelanto de la semana.
viento amarronado... pergamino arrojado al paisaje
alabando las quejas del dictado. la sintonía
allanaba el camino. banderas cayeron de las verdes aguas infectadas
sobre el cielo. esas cosas le fueron confiadas.
ella no tenía control sobre aquel papel, había
incontables sustancias, como insectos...
objetos sin el obsequio del desenlace.
millones de burbujas emergiendo del instrumento
musical. sólo la gitana lo vislumbraba.
lo superficial se convirtió en una mentira... ella se transformó en
una realidad... su hijo permaneció
inconsolablemente despierto... días
días...
días...
UNTITLED
We are very much a part of the boredom
of early Spring of planning the days shopping
of riding down Fifth on a bus terrified by easter.
but here we are anyway, surviving like a wet street in August
and keeping our eye on each other as we “do it,” well
you do west on 8th St. and buy something mystical to wear
and I’ll simply tuck my hands into my corduroy pockets
and whistle over to Carter’s for the poster he promised me.
I like the idea of leaving you for a while
knowing I’ll see you again while boring books
W.H. Auden, and movie schedules sustain my isolation
and all the while my mind’s leaning on you like my body
would like to lean on you below some statue in Central Park
in the lion house at the Bronx Zoo on a bed in Forest Hills on a
bus.
I reach 3rd avenue, its blue traffic, I knew I would sooner
or later and there you are in the wind of Astor Place reading
a book and breathing in the air every few seconds
you’re so
consistent.
Isn’t the day so confetti-like? pieces of warm flesh tickling
my face on St. Mark’s Place and my heart pounding like a negro
youth
while depth is approaching everywhere in the sky and in your
touch.
WINGLESS
Wildlife falls extinct inside tubes
burning to the touch
moaning wings slide down my windows
like lucite tears . . . look here:
spiders somersault from attic ceiling
like pubic hairs
rat genitals scream across sky cathedrals
the pure logic of massacre strokes
the corporate heart
shark blood breaks aqua tides
in rushes like flowers offered up from young hands
horns of mountain sheep hang from subway fans
Airconditioned blood drips like rosaries from}
skyscraper to the cosmopolitan eye
do bison stomp snowmobile?
aborted calves drip fetus flesh
across barbecues uptown
man paints marsh skies with lead,
wingless . . . his head between his legs
finely clipped poodles dreaming in penthouse
amphitheatres across mother's molding furs.
THE ANARCHISTS
They have come to praise the dictator.
arriving spontaniously in pairs
of red and black wagons, a sun tilted over France,
the radio . . . a vulture had scaled the pond.
the current bent toward a sulfer mine . . .
seperate events, though reoccuring previously.
it was a girl . . .
conceived to approve their undertaking. the animals
crawled about licking her porcelain fingers
she hesitated, on burden's pine cliffs . . . her vains
fluttering like the blue flags of the stadium . . .
the gulls . . . coffee . . . she had decided days before
to beguile the ruddy proletariat faces
once they had perfected the manifesto, they would
complete the warlog adding legs . . . though short
and possessing abnormal features around the thighs
the trees stumbled over the unspeakable clumsiness
of night . . . tropical opening of stars . . .
the toucan . . . breakfast. she had delivered a son
that night on the exit steps. he espcaped
under the strain of foresight.
the peoples became alarmed. without manna,
they observed a carnival of gloss over the hill
an energy . . . though not able to nourish . . .
the gypsy . . . . . . . . this was her apparent scheme
to eliminate the benevolent factors,
stimulating helplessness, meanwhile
accumulating arms for the fleet . . . innocence.
she had finally spoken.
the day was obviously a forth of the week.
brown wind . . . parchment exhaling about the countryside
praising the dictator's accomplishment. the record
gave way. flags fell fron the temprid green waters
above the sky. these things were thrust upon her.
she had no control of the paper. there were
boundless substances, like insects . . .
objects without the gift of suicide.
millions of bubbles rising from the musical
instrument. gypsy alone understood.
the superficial became a lie . . . she became
a reality . . . her son remained
inexorably restless . . . days
days . . .
days . . .