viernes, 11 de diciembre de 2015

Mohamed Chukri

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"Ahmed lleva varios años aislado de Arcila. Amor a distancia pero diálogo personal hasta la eternidad.
Su hermano Jalil dice que su aislamiento es una elección y no un estado enfermizo, como cree la gente. Una vez se metió en el mar y los que lo observaban creyeron que ya no saldría. Desapareció de la vista, pero regresó buceando hasta que percibieron su cuerpo delgado tendido en la playa.
Sólo dirige la palabra a Cherif, el Loco, un fumador empedernido que enciende un cigarrillo con la colilla del otro, sin parar. Únicamente pide cigarrillos a la gente que conoce. No acepta limosnas. Cuentan que en su juventud era muy viril con las mujeres y la que más lo quería, por celos, le hizo una brujería por abandonarla y hacerse amante de una española. Tenía tres piernas, como se suele decir. La amante airada lo tentó para que pasara la noche con ella y, cuando amaneció, Cherif había perdido el juicio, ya nunca más volvió a recuperarlo.
La conversación entre Ahmed y Cherif, el Loco, no suele durar más que unos segundos. Nadie sabe qué se dicen el uno al otro. A Ahmed se le ve sonreír. Cherif, el Loco, se olvidó de su sonrisa desde que se trastornó. Dicen que eran amigos de la infancia.
Sólo una vez vieron a Ahmed regañar con Aisha, la Loca, porque enseñó sus partes a un hombre que se había burlado de ella. Se enfadó y lo insultó maldiciendo a toda su parentela. Ella le cae simpática a Ahmed.
Su hermano Jalil tiene también un comportamiento raro, incluso más extraño que el aislamiento de su hermano Ahmed. Es un pintor genial, pero ha preferido mantenerse oculto y no darse a conocer. Alguna decepción quizá. A finales de los años sesenta expuso por primera vez. Un tema singular: esqueletos vivos y sombras de personas que esperan su turno para ser enterradas, crucificadas o ahorcadas, sin rostro humano. Al día siguiente todos lo cuadros fueron requisados. Desde entonces, Jalil no pinta al hombre sino lo que la existencia del hombre simboliza. No termina sus pinturas, no las firma, no las vende, a pesar de su magro salario de maestro. Regala sus cuadros a algunos amigos. Nunca lo hará por propia inciativa, tienes que pedírselos de modo formal, personalmente o a través de alguien. Se niega rotundamente a vender sus cuadros. Le organizaron una exposición en Suiza y, como de costumbre, se negó a venderlos; ni siquiera quiso hablar para explicar su arte, ante la decepción y extrañeza de los potenciales compradores, aunque algunos lo entendieron y valoraron su actitud. Esto no impidió que recibiese vivas críticas, no tanto por su arte sublime sino por su personalidad quijotesca.
En una ocasión le pregunté:
-¿Cuál es el destino de tu arte?
-La desaparición. No me interesa su destino."

Mohamed Chukri: Rostros, amores, maldiciones (1996)
Editorial Cabaret Voltaire (2014)