martes, 5 de noviembre de 2013

Criaturas


'Créatures de rêve', 1952. Robert Doisneau.


"[...] Y Claude, el inevitable, el alto, el soberbio, gorra arrugada, nariz peluda, arremangado, sonrisa de hoja de cuchillo, pletórica, muestra orgulloso unas fotos que Doisneau ha hecho de él y su legítima. La cosa merece el tintorro. Fotos en las que aparece Claude, de profesión estibador y tatuado por necesidad, tumbado como un ricachón en su piltra ante la sorprendente galería de mujeres monumentos, dispuestas a desnudarse y lacivas que ha fijado en los cuatro rincones de su habitación, soplándoles en el culo el humo de su pitillo, exhibiendo satisfecho los tatuajes que han labrado su fama, las dos rosas de los vientos en los hombros, el racimo de uvas, la chica en pelotas que se mueve en sus brazos, las pulseras fatídicas, y los múltiples puntos azules que dan fe de los meses en el trullo, como ha de ser, y los otros que sólo enseña a los iniciados, como Giraud, quien lo ha fotografiado a detalle en su libro (no es publicidad de amigacho, sino necesidad de disgresión, y me interesa.) Pero la gloria y los ingresos de Giraud no provienen tan sólo de eso. El tipo es asimismo el Insensible, el Indoloro, el hombre de epidermis encallecida, y se planta agujas, alfileres, clavos aquí y allá en la piel a gusto del aficionado que paga una ronda, se comprime las papadas del cuello y las ensarta, la grasa de los antebrazos y se las atraviesa de parte a parte, y si le llega a usted para pagárselo, se decorará el glande con un frondoso haz de pequeñas agujas, un espectáculo que hace palidecer y saltar las lágrimas a los jóvenes turistas. Pero, por lo general, todo transcurre entre amigos, en casa de la tía Marie, en la esquina de la Rue Pot-de-Fer, donde los tintorros cuestan doce francos, y cuya bodega resulta acogedora para quienes necesitan recuperarse un poquillo."

Jean-Paul Clébert. Capítulo 5, 'París Insólito' (1952).