martes, 9 de abril de 2024

Carnicería


Nick Cave, Nueva York 1983. Foto: Anton Corbijn.

"Bueno, mi recuerdo es que habíamos dado un par de conciertos en Islandia, donde no se puede conseguir heroína. Había pasado tres o cuatro días horribles sin consumir, lo cual implicaba que me sintiera muy mal físicamente, pero cuando llegué a Nueva York ya no me encontraba así: había pasado lo peor del síndrome de abstinencia. En todo caso, íbamos en una camioneta desde el aeropuerto hasta el hotel Iroquois, en el centro de Manhattan, y pensé que sería mejor conseguir droga antes de llegar al hotel, así que salí del vehículo y me dirigí a la Avenida A. Cuando llegué ví que había policías en la zona, a ambos lados de la manzana, pero era habitual y me dije: "A la mierda, voy a conseguir de todas formas". Quizá no es la mejor idea que haya tenido, pero por aquel entonces me sentía bastante invencible. Así que compré un par de bolsitas de heroína y me encaminé felizmente de vuelta al hotel. Cuando doblé la esquina, apareció un policía de la nada, que me puso contra la pared y me dijo con bastante seguridad: "Solo te lo voy a preguntar una vez. ¿llevas drogas? Que Dios te ayude si me mientes". Le respondí: "De ninguna manera, agente". En ese momento abrió el bolsillo del extraño y ajustado traje verde lima de tres piezas que yo llevaba puesto y encontró la droga. Me esposó y me subió a una camioneta junto con un grupito de yonquis y maleantes. Todos ellos parecían muy infelices, sabían que iban al calabozo y que en unas horas se encontrarían fatal, pero yo sabía que eso a mí no me ocurriría, porque ya había pasado el síndrome de abstinencia en Islandia.
Cuando llegamos a la comisaría, nos metieron en una celda atestada, con más o menos otras veinte personas de las cuales yo era el único blanco. También era el único que llevaba un ajustado traje verde lima. En algún momento metieron a más gente en la celda, todos negros excepto un tipo que era blanco y que me vio y gritó: "¡No jodas! ¡Es Nick Cave! No lo puedo creer. ¡Soy tu mayor fan!". Esto no era bueno, porque estaba haciendo un gran esfuerzo para no llamar la atención, lo cual ya era bastante complicado dadas las circunstancias, así que le dije alto y claro que me dejase en paz, pero siguió molestando; me veía y sacudía la cabeza asombrado.
Después de unas horas, un policía me llamó y me acerqué. A través de las rejas de la celda me dijo que se me permitía una llamada. Era una buena noticia, porque tenía un concierto esa noche y necesitaba avisar a la banda de mi situación. Así que el policía me pidió el número para marcarlo y quise que llamara al hotel Iroquois. Me preguntó: "Está bien. ¿Cómo se deletrea?". Y pues bueno, bajo el estrés general del momento, no sabía cómo deletrear "Iroquois", así que le dije: "No lo sé. ¿Tiene una guía telefónica?". Entonces el policía se descojonó y se marchó y yo me quedé sin llamada. Y el grupo tenía que saber que yo no llegaría al concierto esa noche...
En algún momento me encerraron en una celda con un tipo mexicano, que ya se estaba sintiendo muy mal, con calambres y vómitos y demás. lo cual me vino bien, porque solo había un lugar para acostarse, una cama de acero, y estaba demasiado jodido para pelear por ella, así que me estiré y esperé a que llegara la mañana.
Había una hilera de celdas y todos los presos eran adictos a la heroína y empezaban a sentirse fatal, así que el ruido se amplificaba por momentos. Un tipo de la celda contigua le estuvo gritando a la policía la noche entera, meando e insultando, y todo el mundo le decía que se callase y tal. Una persona transexual de otra celda se hizo un tajo, el mexicano se encontraba cada vez peor y estaba ya hecho una bola en el suelo, llorando y rezando.
Al día siguiente no sabía qué pasaba, no nos daban ninguna información. Me trajeron un sándwich de pastrami, que era literalmente lo más triste que había visto en mi vida, y mientras me lo comía apareció Mick Harvey con un cartón de cigarrillos que compró en el duty free. Había hablado con hospitales y comisarías hasta que dio conmigo. Le permitieron verme un minuto y le dije que no tenía ni idea de cuándo iba a salir. Me dio el tabaco y se fue y yo me quedé esperando.
En algún momento nos metieron en una gran celda de detención para esperar a la lectura de cargos, creo. La celda rebosaba de gente y yo ahí sentado, de nuevo el único blanco, con mi cartón de cigarrillos y mi traje verde. Un tipo se me acercó y me pidió un cigarro. Se lo dí. Vino otro y dijo: "Amigo, no des nada gratis aquí. Cóbrales un dólar o estos animales te van a devorar.". Algo así. Así que al siguiente que vino a pedirme le cobré un dólar y lo pagó con gusto. Después de un rato había una fila de gente que quería un cigarro, todos con un dólar en la mano. A decir verdad, me resultaba un poco incómodo a muchos niveles, pero me dejé llevar por la situación. Más tarde ese día me liberaron y nadie dijo nada. No tuve que ir al juzgado, nada, se acabó, ya cumplí mi condena. "Justicia del torniquete" la llaman.
Pero esto funciona así: la adicción a la heroína está bien hasta que ya no lo está. Escala con rapidez, muy rápidamente de hecho. El caos siempre está a la vuelta de la esquina. Y estas historias de rocanrol pueden ser graciosas, pero te llevan a la parte más oscura de la oscuridad y causan dolor.
Por eso pienso que la heroína tendría que legalizarse. Los consumidores deberían poder ir a algún lugar donde haya supervisión y donde se les dé la droga médicamente aprobada dos veces al día. Donde puedan inyectarse con higiene y seguridad para que lleven vidas relativamente funcionales y eviten el caos y el peligro que van de la mano de la ilegalidad."

'Fe, Esperanza y Carnicería'
Una conversación entre Nick Cave y Seán O'Hagan



Party Dozen feat. Nick Cave - Macca The Mutt